Historia

HISTORIA

Escudo

Aunque según los códigos y las normas propias de la heráldica, el escudo del Carmelo se presenta como muy libre en su formato y policromía, lo más cierto y seguro tiene que ver con su “Centro”: indudablemente, se trata del ascenso hacia Monte Carmelo (= raíces veterotestamentarias y geográficas concretas), que remata en una “Cruz” (= impronta neotestamentaria, y sentido cristológico del itinerario espiritual).

Sus “tres estrellas”: Para algunos, a ambos lados, Elías y Eliseo; mientras que la estrella blanca, simbolizaría a la mismísima Virgen María. Para otros, el sentido sería también la representación de las virtudes teologales en ambos laterales (Fe y Esperanza); la más destacada, la central: (la Caridad). El “brazo con la espada ardiente”, y la cinta desplegada que enmarca el escudo, resaltan el celo pasional del profeta Elías y su búsqueda incesante de la amistad con Dios.

Entre los títulos con los que desde antiguo los carmelitas nos hemos referido cariñosamente a María, destacan el de: Hermana, Amiga, Hermosura y Reina del Carmelo. Es por ello que, por encima de todo, la representa una “corona ducal”, rodeada de “doce estrellas”, evocando en ella a la Mujer del Apocalipsis.

Orígenes del Carmelo

Los inicios de la Orden del Carmen, podrían definirse como ‘un principio sin principio’. No está asociado a un fundador, sino a un lugar: “Carmelo” = “jardín de árboles”. Espontáneamente, cercanos al siglo XII, muchas personas peregrinaban hacia esa ‘réplica’ terrena del Jardín Original, con el fin de recobrar la gracia -luego de una peregrinación penitencial-; o simplemente, para vivir en las ermitas de en un espacio sagrado, tal como lo hiciera originalmente el profeta Elías, buscador ardiente de la profunda Amistad con Dios.

Cierto es que, en el centro de las humildes cuevas de los improvisados moradores, se construyó una Capilla dedicada a la Virgen María. El sentido: aprender bajo su inspiración, a vivir en obsequio de Jesucristo. Mientras tanto, San Alberto de Jerusalén, (patriarca del lugar), les ayudó espiritual y jurídicamente hacia una organización más eficaz y fructífera de todos esos buenos propósitos, diseñando la primera Regla de los Carmelitas.

Cuestiones bélicas, geográficas y políticas ajenas a ellos, obligaron los ‘carmelitas’, a emigrar hacia sus países de origen. Lo que se temió como el fin del estilo de vida carmelitana, terminó siendo feliz y providencialmente, la propagación, y la perdurabilidad del mismo, garantizada más tarde, por las promesas de la Virgen María a San Simón Stock.